He sido estudiante, he sido arquero de fútbol, he boxeado un poquito, he sido arqueólogo junto a dos amigos del barrio con quienes desenterrábamos cráneos en un antiguo cementerio de poca importancia, he sido peón en una empresa embotelladora de gaseosas, he sido obrero en una empresa de electricidad, he sido estudiante nuevamente, he sido caricaturista, he sido fotógrafo, he trabajado en prensa, he hecho tatuajes, trabajo como empleado del estado, soy también diseñador gráfico y publicista, creo haberme desempeñado en un poquito de todo, pero lo de este lunes si no lo lo pude tolerar, este lunes, fui (sin mariconadas) una barbona secretaria.
Como les conté trabajo en una entidad del estado de cuyo nombre no quiero acordarme y justamente este lunes, para mi infelicidad, faltó la diligente y simpática secretaria de gerencia. Eso nos afecta a todos ya que ella con su experiencia resuelve casi todos los problemas burocráticos con facilidad. Lamentablemente, justo cuando me acercaba a su oficina, llegando recién a trabajar, salió mi jefe y sin darme tiempo a reacción alguna, me dijo: Mauricio, Jessica no va a venir, así que te quedas tú en su puesto.
No puedo describir la sensación mortal que me embargó. Me ví a mi mismo por un instante con mi cuerpo de toro enfundado en una minifalda, con tacones y cola. No puede ser, no hay derecho me dije. Esto es un abuso.
¡Si me hubieran visto en esos trotes!, contestando un teléfono que no paraba de sonar hasta que lo desconecté de puro macho, buscando oficios que ni sabían que existían y en donde estaban, poniendo sellos equivocados, malogrando documentos importantes, mandando a la porra a un funcionario de la oficina central de Lima sin querer queriendo, todo esto mientras soportaba las burlas de mis compañeros de trabajo ( la mayoría indefinidos sexuales), quienes por joder me decían Jessiquita. Eso fue el caos.
Por suerte todo lo malo tiene su final. Y el día acabó. Al llegar a mi casa, luego de acostar a Santino, mi hijo, e inspeccionar que Facundo, mi otro hijo, estuviera bien tapado, besé a mi mujer con todas mis fuerzas, la levanté en peso y la conduje al lecho matrimonial que compartimos y luego... no puedo narrar los demás, pero ya se imaginan. Lo hice para demostrame a mi mismo lo macho que soy y convencerme que todo lo malo del día había sido solo un amarga experiencia. Sin embargo después de todo, y ya recuperándome con un buen duchazo, todavía volvía esa horrible visión de mi cuerpo de toro enfundado en una minifalda, con tacones y cola y el terrible recuerdo de los maricas compañeros de trabajo míos llamándome Jessiquita. !La que los parió¡
Como les conté trabajo en una entidad del estado de cuyo nombre no quiero acordarme y justamente este lunes, para mi infelicidad, faltó la diligente y simpática secretaria de gerencia. Eso nos afecta a todos ya que ella con su experiencia resuelve casi todos los problemas burocráticos con facilidad. Lamentablemente, justo cuando me acercaba a su oficina, llegando recién a trabajar, salió mi jefe y sin darme tiempo a reacción alguna, me dijo: Mauricio, Jessica no va a venir, así que te quedas tú en su puesto.
No puedo describir la sensación mortal que me embargó. Me ví a mi mismo por un instante con mi cuerpo de toro enfundado en una minifalda, con tacones y cola. No puede ser, no hay derecho me dije. Esto es un abuso.
¡Si me hubieran visto en esos trotes!, contestando un teléfono que no paraba de sonar hasta que lo desconecté de puro macho, buscando oficios que ni sabían que existían y en donde estaban, poniendo sellos equivocados, malogrando documentos importantes, mandando a la porra a un funcionario de la oficina central de Lima sin querer queriendo, todo esto mientras soportaba las burlas de mis compañeros de trabajo ( la mayoría indefinidos sexuales), quienes por joder me decían Jessiquita. Eso fue el caos.
Por suerte todo lo malo tiene su final. Y el día acabó. Al llegar a mi casa, luego de acostar a Santino, mi hijo, e inspeccionar que Facundo, mi otro hijo, estuviera bien tapado, besé a mi mujer con todas mis fuerzas, la levanté en peso y la conduje al lecho matrimonial que compartimos y luego... no puedo narrar los demás, pero ya se imaginan. Lo hice para demostrame a mi mismo lo macho que soy y convencerme que todo lo malo del día había sido solo un amarga experiencia. Sin embargo después de todo, y ya recuperándome con un buen duchazo, todavía volvía esa horrible visión de mi cuerpo de toro enfundado en una minifalda, con tacones y cola y el terrible recuerdo de los maricas compañeros de trabajo míos llamándome Jessiquita. !La que los parió¡