Hoy todos son expertos en política y economía local e internacional. Es divertido ver como el vendedor ambulante, el cambista, el que vende llamadas por celular, el tramitador, el chofer de combi y hasta el vendedor de diarios resuelven los problemas internacionales más enmarañados, sin necesidad de ser eruditos en ninguna materia. Todos opinan y postulan métodos capaces de solucionar la caída económica norteamericana, el conflicto árabe-israelí o los enfrentamientos internos de Bolivia. La democracia y la libertad de expresión le permite a uno decir lo que piensa. Pero habrá algún sistema político que proteja los oídos del ciudadano ante las barbaridades que día a día debe escuchar. Habrá alguna ley que salvaguarde la integridad mental de los que no quieren volverse locos ante las atroces opiniones de estos eruditos de esquina. No la hay. Y cómo podría existir si los grandes líderes políticos que dirigen el país, en su gran mayoría, no tienen más capacidad analítica que un niño de 5 años.Dios nos salve, pero mientras se entera, cuidado de andar con las orejas abiertas, las barbaridades vienen de cualquier lado como cagadas de pájaro.
jueves, 23 de octubre de 2008
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