miércoles, 29 de octubre de 2008

UNA PEQUEÑA ANECDOTA DE MAMA LULA


Mamá Lula se fue una mañana soleada de mayo hace más de dos años. Su cuerpo, presa del cáncer, prefirió descansar a pesar que su joven corazón no quería rendirse. Era una mujer buena, que tenía soluciones para todo, con una fortaleza como no vi ninguna en este mundo. No creo que la muerte sea el final de nada. Sigue estando presente en cada parte de la casa paterna como ayer. Creo que lo mismo le pasa a mi viejo, quien la siente llegar algunas noches por el corredor que da a la bilbioteca y al patio.
Lo mio no es soledad, no es tristeza, es simplemente ausencia, su ausencia física. Pero aun siento su abrazo, su aroma, su tranquilidad ante los problemas más grandes. Ese temple tan tacneño, tan de ella.
Recuerdo alguna vez cuando una de sus amigas vino enojada a darle las quejas, porque yo estaba enamorando a su hija. Ella, y esto lo escuché escondido en la escalera, con esa tranquilidad tan suya solo le respondió: Perdóname, pero yo dejo suelto a mi gallo, así que amarren a sus gallinas. Esas anécdotas de las que tengo muchas, pintan de cuerpo entero su simpleza con la vida. Su fiereza al defender a sus cachorros como una leona de pies chiquititos.
Por suerte estás, claro que estás, mamá Lula.

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