lunes, 17 de mayo de 2010

Jack Torrance en Tacna, Mucho Gusto


El día viernes, sábado y domingo el Parque Perú de Pocollay fue una fiesta. Admito que no quería ir porque soy enemigo de los tumultos, sin embargo acepté el pedido de mi mujer y partimos con mis dos nenes, de cuatro y dos años, a saborear las delicias prometidas. Como no teníamos pases de cortesía ni más de 60 años, aguardamos casi 45 minutos bajo un tímido sol, apretujados en la cola para ingresar.  Roces, colones caraduras que nunca faltan, cansancio, aburrimiento de los niños, nada nos importó demasiado en aquel momento, pues creíamos que la recompensa sería buena.

Al entrar por fin, realmente todo era una fiesta, stand de colores uniformes, un escenario amplio, un animador conocido, gente comiendo en todas las mesas, gente caminando de un lado a otro, gente sentada en los jardines, gente bebiendo los riquísmos pisco sours, gente tratando de encontrar una silla disponible, gente empujándose, gente colándose en las largas colas para adquirir un platillo, gente, gente y más gente. Una verdadera fiesta popular.

Por suerte, gracias al sentido de orientación que tiene mi esposa, encontramos en no pocos minutos dos sillas recién desocupadas y nos sentamos. Eran casi la una de la tarde y ya teníamos algo de hambre. Que empiece la fiesta de los sabores, pensé. Llegó la hora de comer.

Cómo buen cazador de la manada, el macho alfa,  salí a buscar el almuerzo. A los veinte minutos regresé vencido y cabizbajo, pues los dos platos requeridos por mi mujer no los pude conseguir: chupe de camarones y rocoto relleno. Si alguien los degustó que me cuente como estuvieron, porque mi poca paciencia no me permitó siquiera sentir su aroma. El gentío, los empujones, los pisotones, la colas sin orden, todo jugó en contra de mis propósitos. 

Tampoco conseguí el asado de cordero ni el charquicán ni el cuy chactado, los stands donde los vendían estaban que reventaban literalmente, así que que tuve que resignarme con un cerdito en salsa de damasco con puré de racacha y arroz y un pepián de liebre, platillos agradables pero fríos, muy fríos.

Mi poca experiencia en este tipo de eventos hizo que, como la mayoría, adquiriera porciones de cinco soles con la esperanza de degustar varios platillos y no llenarme solo con uno. Gran error. Tuve que volver varias veces más a intentar comprar no lo que quería sino lo que podía. El último plato que conseguí fue la famosa carapulcra con sopa seca, y no me pregunten como estuvo porque prefiero callar antes que herir suceptibilidades con las opiniones de mi inexperto paladar. 

Al final de cuentas, ya bastante harto de los empujones y los caraduras que no respetan el turno de llegada y del cansancio de algunos vendedores cuya mala onda ya empezaba a evidenciarse, opté sencillamente por comprar varios choripanes y tratar de salvar en algo nuestra fallida aventura culinaria.

Sé que hay gente que la pasó muy bien, que hizo su colita sin chistar, que soportó los embates de los demás con pundonor, que tuvo la paciencia de esperar por un plato más de media hora. Gente admirable realmente, envidio su aguante, su fortaleza, su capacidad de lucha en pos del platillo escogido. Yo no pude.

El evento, que según tengo entendido acogió a más de 25 mil  personas, sin lugar a dudas estuvo bien presentado, los servidores de limpieza estuvieron impecables,  a cada momento recogiendo los despojos como una celeridad nunca antes vista, hubo seguridad, hubo muchos restaurantes participantes, chicas lindas de anfitrionas y sobre todo se contó con renombrados cocineros o chefs  nacionales e internacionales exponiendo lo mejor de su arte. Tacna estuvo por tres días en los ojos de todo el país gracias a esta buena iniciativa de PromPerú. Felicitaciones y que viva nuestra comida por siempre, una de las mejores del mundo. 

Mi opinión personal es otra cosa, no tiene mucha importancia pero si validéz. Yo me reservo la visita a otro evento de tal magnitud, y si voy por lo menos almuerzo antes, porque comprar el platillo deseado en el quilombo de ayer sencillamente me dejó curado para siempre y  llevó hasta el punto más alto la neurosis y la impaciencia que ya algunos me conocen. Estuve a punto de terminar como Jack Torrance de la pélícula El Resplandor. La retirada me salvó de la locura.   

1 comentario:

  1. Sí vi la peli de Kubrick. Oye eso es justamente lo que debí cubrir, ese enfoque debí darle, el transfondo de tu post.

    TMR... eso es lo que jala la culinaria peruana, osea Gastón es bonito y sobrado (me lo cuenta una amiga que creo que fue su profe - te lo confirmo luego) e ir como Acurio es macanudo; pero ir como un ser mortal amante de la tranquilidad, el no empuje, aquellos que les jode los vivos de las colas, el desorden, la congestión transitable humana; putamare eso molesta hasta el punto de decir A LA MIERDA CON LA CULINARIA PERUANA Y CON GASTÓN no me gusta ese tipo de concestraciones, así no.

    TMR no he terminado mi chamba.... chau.

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