jueves, 23 de octubre de 2008

MALDITAS CANAS



No es que yo me parezca a mi viejo cada día más, sino que mi viejo se está pareciendo a mi. Hace algunos meses las incipientes canas que aparecían en mi cabellera eran arrancadas por un pinza bendita que mi buena mujer, diligente ella, maniobraba con destreza profesional.
Sin embargo, hoy, ya ni mi buena mujer se atreve a arracarme esos atroces cabellos blancos por miedo a que me quede más calvo que Rómulo "ratón" Alegría. Ya no son unas cuántas estas albinas visitantes, ahora se cuentan por cientos y van repoduciendose sin saber el daño moral y espiritual que me ocasionan. Y es que una cosa es que Richard Gere o George Clooney tengan canas y las luzcan orondamente, y otra cosa es que éste servidor las tenga. A mí las canas no me hacen ninguna gracia y menos a los 28 años. Opciones tengo dos, dejámerlas e ir viendo pasar la vida si remedio, acostumbrándome a la maldición hereditaria, con lo cual sería un joven resignado de cabello blanco; o pintarme el cabello con lo cual, para mis amigos, me convertiría en una tía vanidosa o en el mariquita de turno. Bueno veremos que decidimos. Herencia esta la mía tan cruel, que viene a convertirme en un Papa Noel joven, ya que ni las barbas me respetan estas cabronas. Al mal tiempo buena cara, o buena cana.

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